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Channel: comunicación no verbal – LS Comunicación y Productos Editoriales
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El Meneíto y la Comunicación

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Hoy vamos a hacer un acercamiento musical y quizás algo atrevido a nuestro tema habitual, el de la comunicación humana.

A veces se piensa, sobre todo en el ámbito empresarial y corporativo, que comunicar bien es -ante todo- desarrollar sofisticados programas informáticos de intercambio de información (tipo intranet, portal del empleado, sistemas de gestión, etc.), o atiborrar de correos electrónicos al sufrido y paciente personal. Igualmente, en un ámbito mucho más íntimo, en ocasiones andamos por la calle con la sensación de tener un millón de amigos sólo a golpe de comentarios y fotos en facebook o de ingeniosos tweets.

Por supuesto, todos esos canales resultan muy útiles si se utilizan bien, pero -simplemente- no bastan. Comunicar es compartir: no sólo palabras o bits de información, también miradas,  gestos, sensaciones. Comunicar es ejercitar la empatía, saber llegar al otro; no sólo hablarle sino también escucharle. Es un diálogo esencial y proteico que requiere en muchos casos cercanía y un imprescindible y aleccionador acto “cara a cara”.  Sin embargo, con frecuencia olvidamos tales verdades elementales, anestesiados ante el sacrosanto poder de la tecnología.

Hoy volvemos a abogar por ese diálogo “en vivo y en directo” y no lo hacemos al hilo de un nuevo tratado académico, uno de nuestros cursos o alguna de esas inflamadas polémicas de turno, sino de una canción: “El Meneíto”, incluida en el disco “Libre”, del excelente músico habanero afincado en Madrid, Boris Larramendi.

Como bien sabemos, los poemas y las canciones suelen ser polisémicos. No hay que tomarlos nunca al pie de la letra, sino más bien abrir nuestra mente a sus variados significados y lecturas. Pero ya sea en su sentido literal o en su reflexión más amplia, desde aquí nos sumamos a este carismático artista y a su defensa del meneíto (según la RAE, acción y efecto de menear, mover algo de una parte a otra).

Si queréis comunicar mejor, os proponemos, de corazón, un vigoroso meneo: a nuestras ideas preconcebidas, a nuestra testarudez, a nuestra forma habitual de ver las cosas y de tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos.

Un meneíto a nuestras creencias, costumbres e ideas más arraigadas, para oxigenar nuevos espacios de encuentro y abrir ventanas al diálogo. Un meneíto a nuestro sentido del humor y nuestra dificultad para ponernos en la piel del otro. Un diálogo intenso, “cara a cara”, “piel con piel”; un meneíto a nuestra habilidad para escuchar realmente a los demás y, definitivamente, un buen meneo a las gafas que nos ponemos para mirarles.

Os proponemos, en fin, un baile de neuronas y emociones para respetar el mapa de cada uno y a la vez movernos a gusto por el nuestro. Y si de paso conseguimos un meneíto clásico, de los de toda la vida, ¡mejor que mejor!, pues difícilmente exista otra manera más antigua y eficaz de entrenar la comunicación no verbal y la comprensión de los deseos ajenos.

Finalmente, aquí os dejamos con la canción de Boris Larramendi, que viene a decir todo esto pero de un modo mucho más simpático.

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